
Gestión de riesgos: tu armadura contra la Ley de Murphy

Cada tanto en el mundo pasa algo que nos recuerda que la vida es impredecible. Un conflicto, un virus, una salida en la que se nos pierde la billetera, una quemada del arroz cuando arroz era todo lo que había para almorzar.
Cuando una o más de estas cosas nos pasan, es fácil sentirnos con mala suerte. Es como si la ley de Murphy nos cayera encima y no podemos resistir su peso.
Para las empresas es diferente. Las que están mejor preparadas se alistan para los imprevistos a través de la gestión del riesgo, un método para mitigar posibles desastres e incluso, aprender a poner los momentos difíciles a nuestro favor.
¿Qué pasa si le aplicamos gestión de riesgos a nuestra plata y a nuestro día a día? Vamos a hacer el ejercicio con uno de los eventos imperdibles de fin de año: la Navidad, y más puntualmente, la Navidad en pandemia.
Laura vive en la ciudad y está pensando en su plan navideño. Cómo sabemos, este año será atípico, por no decir pandémico, y hay que tener en cuenta algunas cosas que el año pasado no existían. Por ejemplo: ¿Cómo vamos a hacer en las novenas? ¿Haremos zoom-novenas? ¿Cómo implementar protocolos de bioseguridad en la preparación del buñuelo? ¿En dónde comprar regalos sin tumultos? ¿Viajar o quedarse en casa? ¿Renovarán contrato de trabajo el otro año? ¿Llegarán los mayas antes de que todo ocurra?
En fin… Para dejar de hacerse videos y dedicarse a mitigar o evitar situaciones hartas en Navidad, Laura hará un plan de gestión de riesgos con 4 etapa:
Laura escribe en una lista los riesgos que le podrían pasar en Navidad. Como la lista es larga porque Laura es precavida, ella decide dividirlos en:
Riesgos de plata
Aquí pone todos los riesgos relacionados con sus bolsillos. Por ejemplo:
En otras listas que no detallaremos para no hacer tan largo el ejercicio, Laura incluye riesgos de salud o de logística (en estos riesgos que llamamos de logística, a falta de mejor nombre, Laura pone que el tiempo del trabajo no le permita disfrutar unos días de descanso).
En este punto, Laura decide clasificar sus riesgos de acuerdo con la posibilidad de que ocurran. Hay dos maneras de hacerlo:
a. Medir sus riesgos como: significativos, altos, moderados, bajos, limitados o “eso es cuento chino y no va a pasar jamás”.
b. Darles una calificación de 1 a 5, en donde uno significa “Riesgo alto: huye”, y 5 es “Todo bien, deja el pánico”.
Laura clasifica sus miedos así.
Una vez identificados y clasificados sus riesgos, Laura hace una lista de acciones hechas para prevenir o mitigar el riesgo. ¿Cuál es la diferencia entre una palabra y la otra? Prevenir es evitar a toda costa un riesgo, en momentos en los que tienes toda la responsabilidad. Mitigar es hacer cosas para reducir un riesgo, pero a sabiendas de que no tienes todo el poder para evitarlo.
¿Cómo implementa Laura? Miremos miedo por miedo:
Finalmente, para que los buñuelos, las natillas y las fiestas decembrinas no evaporen cualquier método de mitigación de riesgos, cada semana, Laura hace un balance: revisa sus Bolsillos en Nequi, ve en qué sitios ha comprado, actualiza su perfil de LinkedIn, envía hojas de vida y le hace un repaso a todas sus estrategias. Monitorea y sigue pendiente para que todo lo planeado le salga bien.
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Lo bueno de hacer gestión de riesgo, además de enfrentar a Murphy y su ley de microdesgracias, es que a través de este método, convertimos miedos recurrentes en riesgos y luego los mitigamos o evitamos. Al hacerlo, andamos más tranquilos en el día a día.
Como esta, hay muchas cosas que hacen las empresas, que hacemos para ellas y que podríamos aplicar a nuestra vida cotidiana para hacerla más simple.